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¿Que es ser Monitor?


¿Qué es un monitor?

En alguna parte entre la adolescencia y la madurez existe una edad en el desarrollo humano que es física y psicológicamente imposible. Es esa fase insondable en la que uno puede ser monitor de campamento,  una figura no definida por los psicólogos, incomprendida por los directores, idealizada por los acampados, admirada y dudosa para padres y olvidada por el resto de la sociedad.



Un monitor de campamento es una extraña combinación de doctor, abogado, indio y jefe. Es un competente psicólogo de niños con sus apuntes de primero de carrera como prueba. Es una niñera mal pagada, sin televisión ni nevera. Es un estricto disciplinario con un tic en el ojo, un ministro de hombres con fe en sus propias posibilidaes. Es un ejemplo de hombre y mujer con unas deportivas, una camiseta dos tallas demasiado grande y un sombrero dos tallas demasiado pequeño. Es un humorista en una crisis, un doctor en una emergencia, un canta-autor, un anfitrión y un director de teatro. Es un ídolo con su cabeza en una nube de humo y sus pies en el barro. Es un acomodador en una tienda rasgada en una noche fria y el compañero que acaba de prestar su último par de calcetines secos. Es un maestro fuera de clase, corriendo en un campo con zarzas hasta la rodilla.



Un monitor detesta el toque de diana, esperar en fila, la inspección y los días lluviosos. Tiene afición por tomar el sol, explorar, enseñar nuevos juegos, un coche viejo llamado “Camilo” y tener un rato libre. Es hábil para reparar amistades rotas, narices sangrando y vaqueros descosidos. Es un experto en localizar bañadores perdidos, arreglar mandos de hacha, jugar al sobre y pescar peces. Es penoso para arrastrarse fuera de la cama en mañanas lluviosas, acordarse de la fecha de hoy y en irse a la cama temprano.


Un monitor es un guía amistoso que, en medio de una noche fría, oscura y mojada, te acompaña a lo largo del sendero a las letrinas. Es una dinamo en su rato libre, exhausto final de cada día, pero recuperado a tiempo para la siguiente actividad.

 

¿Quién sino él puede curar la nostalgia, ocultar unas sabanas mojadas por la mañana, explicar 16 juegos distintos seguidos con una pelota deshinchada, silbar con los dedos, llevar dos mochilas, decir “buenos días” en 11 idiomas, andar con las manos, cantar 37 versos de “Carrascal” y repetir cuatro veces en la cena del domingo?

De un monitor se espera que repare 10 años de malos tratos a Carlos en 10 días, transforme a María en una mujer, rehabilite a Pedro, permita a Rebeca ser autosuficiente y ayude a Jorge a integrarse en un grupo. Se espera que se responsabilice de las más preciadas posesiones de 64 adultos mucho mayores que él. Se espera que les sumerja en un mondo de diversión y aventura, aunque se pegue nueve meses al año en la ciudad; les enseñe ingeniosas actividades, cuando no sabe siquiera el nombre de los juegos, que guíen niños dentro de unos valores sociales positivos, cuando a penas es mayor de edad; que proporcione seguridad y salud con la nariz quemada por el sol, una tirita en el pulgar y una ampolla en el talón.

Por todo esto, se le paga suficiente para comprar algún libro de segundo de carrrera, unas aspirinas, unos calcetines nuevos, dos neumáticos para “camilo” y unas deportivas nuevas. Eso suponiendo que vaya a cobrar algo. ¿Te preguntas cómo puede aguantar el ritmo y la presión? ¿Te preguntas si realmente conoce su propia valía? Y, de alguna forma, te das cuenta de que nunca podrás pagar lo suficiente cuando al final del campamento se despide, saludando con una mano y dice “Nos vemos el año que viene”

 

Howard Galloway

 



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